A finales del siglo XIX, los Estados habían logrado aumentar sus ingresos de forma extraordinaria, lo que les permitía contar con mayores medios para controlar a la población. El aparato del poder generaba una propaganda de carácter nacionalista que alimentó el orgullo patrio. Ansiosos por obtener nuevos mercados y materias primas a bajo coste, los estados europeos se repartieron buena parte de África y de Asia. Cuando no quedó más por colonizar, las potencias comenzaron a ambicionar las zonas controladas por los países rivales. Los países incrementaron pronto su fuerza militar para evitar amenazas, al tiempo que establecían acuerdos supuestamente defensivos. Alemania, Austria-Hungría e Italia formaron la triple alianza, mientras Rusia se acercaba a Francia y Gran Bretaña.
Entre 1900 y 1914 las grandes potencias se enfrentaron en dos espacios principales. Uno fue Marruecos y el otro los Balcanes.
Finalmente la muerte en Sarajevo el 28 de Junio de 1914 del Príncipe Heredero de la Corona Austrohúngara, Francisco Fernando, sirvió de detonante a todas estas rivalidades e involucró en un conflicto bélico sin precedentes a las mayores potencias Europeas.
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